La transfiguración de Jesús

En Honor a Su verdad

Introducción


En este artículo estaremos viendo acerca del relato de la transfiguración de Jesús. ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Cuál es su significado? ¿Estuvieron Moisés y Elías allí con Jesús? Éstas son algunas de las preguntas que los cristianos se formulan con respecto al relato de la transfiguración de Jesús.

Mateo 17:1-3 (RV-1960)[1]
(1) Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;
(2) y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.
(3) Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.

Antes de seguir con este relato y comenzar a analizar lo que sucedió, quisiera aclarar algo muy importante con respecto a este evento. Muchos cristianos enseñan que los muertos no están muertos, sino que existen como seres “espirituales” en otro “plano” de este mundo. Éstos suelen usar estos versículos para “probar” que Moisés y Elías estaban vivos con otra clase de vida en los tiempos de Jesús y aquí se acercaron a él. Sin embargo, las Escrituras nos enseñan que ningún muerto ha resucitado para vida perpetua, excepto Jesús. Si los muertos ahora estuviesen vivos, no existiría necesidad de una resurrección, ¿quién va a resucitar en el futuro si todos los muertos están vivos? (1 Co. 15:21-23, 51-55; Ap. 20:5).[2]

Entonces, ¿cómo se entiende este texto, en el que dice que Moisés y Elías aparecieron hablando con Jesús? El mismo contexto del pasaje nos aclara todo:

Mateo 17:9
Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos.

Noten que Jesús dijo que esto había sido una VISIÓN. La palabra “visión” es en griego orama, que se usa en los siguientes versículos de la Biblia: Mt. 17:9; Hch. 7:31; 9:10,12; 10:3,17,19; 11:5; 12:9; 16:9-10; 18:9. Al estudiar estos usos, aprendemos que una visión es una manifestación del poder de Dios, por medio de la cual una persona ve algo que no está físicamente presente. Es como soñar despierto. Podríamos decir que es como una “película” que Dios proyecta en la vista de una o varias personas con el fin de comunicarles algo.

Las Escrituras nos dicen que todo esto fue una VISIÓN, esto significa que Moisés y Elías no estuvieron allí en realidad (ellos estaban muertos, y aún lo están). Dios proyectó la imagen de Moisés y Elías para que Jesús y los tres discípulos que estaban allí la vieran. Aclarado este punto, comenzaremos el análisis del relato en cuestión.


El contexto de la transfiguración


Mateo 17:1-13 (RV-1960)
(1) Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;
(2) y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.
(3) Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.
(4) Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.
(5) Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.
(6) Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.
(7) Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis.
(8) Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.
(9) Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos.

Marcos 9:2-13 (RV-1960)
(2) Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos.
(3) Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos.
(4) Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús.
(5) Entonces Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.
(6) Porque no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados.
(7) Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.
(8) Y luego, cuando miraron, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo.
(9) Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos.
(10) Y guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos.

Lucas 9:28-36 (RV-1960)
(28) Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
(29) Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.
(30) Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
(31) quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.
(32) Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.
(33) Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía.
(34) Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
(35) Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.
(36) Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.
En estos tres pasajes de las Escrituras tenemos el relato de lo que sucedió en la transfiguración. Analizaremos parte por parte estos relatos, sus diferencia y similitudes y trataremos de armarnos una idea completa de lo sucedido uniendo estos tres textos.

Algo a notar es que la transfiguración es relatada por Mateo, Marcos y Lucas y no por Juan. Siempre hay que tener en cuenta, al leer los relatos de la vida de Jesús (comúnmente llamados “evangelios”), que Mateo escribe la vida de Jesús como REY; Marcos relata su aspecto de SIRVIENTE; Lucas muestra su vida como HOMBRE; y Juan se enfoca en su vida como HIJO DE DIOS. Por esta causa, cada relato hace énfasis en distintos aspectos de la vida de Jesús y agrega u omite detalles conforme a la parte de Jesús que intenta mostrar. Por alguna causa, el relato de la transfiguración encaja dentro de los aspectos de Jesús como rey, sirviente y hombre, pero no en su aspecto de hijo de Dios (lo cual parece extraño, porque es allí donde precisamente Dios declaró que Jesús era Su hijo amado). En la medida en que vayamos avanzando en este estudio iremos entendiendo por qué es que este relato se encuentra en los libros de Mateo, Marcos y Lucas y no en el de Juan.

Mateo 17:1 (RV-1960)
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;

Marcos 9:2 (RV-1960)
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos.

Lucas 9:28 (RV-1960)
Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.

Aquí los tres relatos nos muestran que el evento de la transfiguración sucedió días después de lo relatado previamente. Mateo y Marcos nos dicen que esto sucedió “seis días después”, mientras que Lucas dice “como ocho días después”. Aunque aquí tenemos una aparente contradicción, en realidad no la hay. Sucede que en el griego hay una diferencia entre las frases de Mateo y Marcos y la frase de Lucas. En el caso de Mateo y Marcos, ellos nos cuentan cuántos días completos (de 24 horas) pasaron desde los hechos previos hasta la transfiguración, mientras que el texto de Lucas cuenta como días al día en que Jesús habló y también al día de la transfiguración. En otras palabras, la palabra “días”, en Lucas incluye los días de los hechos narrados, mientras que la palabra “días” en Mateo y Marcos los excluye.

Pero lo importante en estos versículos es que nos están conectando este hecho con lo que Jesús hizo en los días previos. Leamos lo que sucedió:

Mateo 16:13-17 (RV-1960)
(13) Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
(14) Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.
(15) Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
(16) Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
(17) Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

En este punto, vemos que Jesús felicita a Pedro porque él correctamente comprendió que Jesús era el hijo de Dios, ya que Dios se lo había revelado.

Mateo 16:18
Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.

Este versículo a veces es malinterpretado (especialmente por la iglesia católica romana), como si Jesús estuviera declarando que sobre Pedro construiría su iglesia. Una lectura correcta del texto griego nos hará entender que esto no es así. La palabra griega para “Pedro” es petros, que significa “piedra pequeña”, mientras que la palabra griega para “roca”, que se refiere a una roca grande, un peñasco. Por ejemplo, en Mt. 27:60 y en Mr. 15:46 se habla de un sepulcro cavado en la “roca” o “peña” (en griego petra).

Aparte de éste, existen otros tres versículos en que la palabra griega petra se usa figurativamente con respecto a una persona: Ro. 9:33; 1 Co. 10:4 y 1 P. 2:8; en estos tres versículos vemos que la palabra “roca” se usa con respecto a Cristo y no a Pedro. Por lo tanto, cuando Jesús dijo: “sobre esta roca edificaré mi iglesia”, él se estaba refiriendo a sí mismo y no a Pedro.

En el siguiente versículo Jesús dijo: 

Mateo 16:19
Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.

Las “llaves del reino de los cielos” es una forma figurada de decir que él tendría la clave para acceder al reino de los cielos. Luego de la ascensión de Cristo, Pedro recibiría la información necesaria para que las personas accedan al reino de los cielos (En Hch. 2:14-39 se puede ver que Pedro fue el primero en explicar a las personas qué hacer para obtener la salvación y entrar en el reino de Dios).

En cuanto a lo de “atar y desatar”, ya he tratado esto en otros estudios, así que brevemente explicaré que esto es un uso idiomático frecuente entre los judíos de la época y que se refiere a “permitir y prohibir”. En una traducción conforme al sentido, la última parte de este versículo se leería: “y todo lo que prohíbas en la tierra, debe haber sido prohibido desde los cielos; y todo lo que permitas en la tierra debe haber sido permitido desde los cielos”. Estas palabras de Jesús le anticipaban a Pedro la función que iba a cumplir luego de la ascensión de Jesús.

Mateo 16:20-21
(20) Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo.
(21) Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.

Aquí vemos que si bien los discípulos de Jesús reconocieron a Jesús como el Cristo, el Ungido de Dios para traer salvación al mundo, Jesús no quería que el resto de las personas supiesen esto. Es evidente que si bien los discípulos necesitaban estar bien seguros de que Jesús era el salvador prometido, para los planes de Dios era necesario que el resto de las personas no supiesen esto sino hasta después de que Jesús resucite.
Entonces, vemos que el acto de transfiguración de Jesús está en un contexto en el que él estaba a punto de entregar su vida por nuestros pecados y necesitaba ser fortalecido por Dios y, a su vez, dar fortaleza a los discípulos que luego tendrían que predicar el evangelio de salvación al mundo.

Rostro resplandeciente y vestiduras blancas


Mateo 17:1-2 (RV-1960)
(1) Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;
(2) y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.

Marcos 9:2-3 (RV-1960)
(2) Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos.
(3) Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos.

Lucas 9:28-29 (RV-1960)
(28) Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
(29) Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.

Mateo y Marcos nos dicen que Jesús se “transfiguró”, mientras que en Lucas leemos que “la apariencia de su rostro se hizo otra”. Con esto podemos darnos cuenta que la palabra “transfigurar” equivale a “cambiar la apariencia del rostro”. Pero al analizar palabra griega que se traduce “transfiguró”, lo que encontramos es interesante.

La palabra griega traducida “transfigurar” es metamorphoö (o metamorphoomai), que significa “cambiar de forma”. Esta palabra griega se usa sólo cuatro veces en las Escrituras: en Mt. 17:2; Mr. 9:3; Ro. 12:2 y 2 Co. 3:18. En los cuatro casos esta palabra está en voz pasiva. La voz pasiva, en el griego bíblico, se usa (en la mayoría de los casos) para indicar una acción que un agente externo hace sobre el sujeto. Por estar en voz pasiva, esta palabra debiera traducirse “fue transformado” en Mt. 17:2 y Mr. 9:3; “sean transformados” en Ro. 12:2 y “somos transformados” en 2 Co. 3:18. En los cuatro casos indica una acción que no es hecha por el sujeto de la oración, sino que es hecha sobre él. Uno aquí puede preguntarse: ¿quién es que hace la transformación? La hace Dios.

Teniendo esto en cuenta, entendemos que Jesús no “se transfiguró” a sí mismo, tal como fue traducido en la versión Reina Valera de 1960 y otras versiones, sino que “fue transformado” o “fue transfigurado” (como traduce, por ejemplo, la Reina Valera Actualizada). Jesús no se transformó a sí mismo, sino que fue transformado por Dios.

Mateo 17:1-2 (RV-1960)
(1) Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;
(2) y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.



Marcos 9:2-3 (RV-1960)
(2) Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos.
(3) Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos.

Lucas 9:28-29 (RV-1960)
(28) Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
(29) Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.

Lo siguiente que leemos en los tres relatos es que su rostro resplandecía y su ropa se hizo muy blanca. Mateo nos dice que la ropa se hizo “blanca como la luz”; Marcos nos dice que “se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos”. Ellos utilizaron estas comparaciones para crear en el lector una vívida imagen de cuán blanco y resplandeciente quedó su rostro y sus vestidos.

En la Biblia, frecuentemente podemos ver que lo blanco y resplandeciente está asociado a seres espirituales que actúan de parte de Dios. Por ejemplo, en Mt. 28:3 se habla de un ángel cuya apariencia era como un relámpago y sus ropas blancas como la nieve, algo similar leemos en Mr. 16:5; Jn. 20:12 nos dice que habían dos ángeles con vestiduras blancas. En Hch. 1:10 también leemos sobre dos ángeles vestidos de blanco. El blanco es un símbolo de pureza (Ap. 3:4-5), y también es símbolo del reflejo de la gloria de Dios. Durante la transfiguración, Jesús adquirió una apariencia gloriosa ante los ojos de sus discípulos (recordemos que esto era una “visión”). Jesús aquí recibió un “adelanto” de la gloria que tendría luego de su ascensión (Ap. 1:14). Con esto, él sería fortalecido para poder pasar por el sufrimiento que tenía por delante, a la vez que daría firmeza en la fe a sus discípulos, con esto ellos podrían estar seguros de que Jesús era quien dijo ser: el hijo de Dios que salvaría al mundo de sus pecados. Como podemos imaginar, este hecho debe haber causado una profunda impresión en los apóstoles que allí estaban (Pedro, Jacobo y Juan), lo cual en verdad necesitarían más adelante, para mantener la fe y confianza luego de que Jesús fuera entregado y crucificado.

Algo importante para notar, también, es que Jesús no fue el primero en tener una transformación de este tipo. Moisés, en su tiempo, también pasó por una transformación similar (Éx. 34:29-35). La relación de Moisés con Dios era tan cercana, que su rostro fue transformado y resplandecía. Todo esto era una fuerte señal para los israelitas, para ellos sería una evidencia del poder de Dios y de la cercanía de Dios con Moisés. Sabemos que a pesar de las tremendas demostraciones de poder que Dios hizo a través de Moisés, el pueblo de Israel constantemente se desviaba de su fe y se iba en pos de otros dioses, hechos con manos humanas. Si a Moisés le fue difícil mantener al pueblo israelita en el camino de fe, aun con todo el poder de Dios desplegado por medio de él, ¡imaginen qué hubiera pasado si Dios no daba muestras de Su glorioso poder por medio de Moisés! Del mismo modo, Dios necesitaba dar muestras de Su glorioso poder por medio de Jesucristo, sobre todo por el hecho de que Su obra iba a poner en marcha un nuevo pacto, superior a aquél hecho mediante Moisés.

2 Corintios 3:4-11 (RVA)
(4) Esta confianza tenemos delante de Dios, por medio de Cristo:
(5) no que seamos suficientes en nosotros mismos, como para pensar que algo proviene de nosotros, sino que nuestra suficiencia proviene de Dios.
(6) El mismo nos capacitó como ministros del nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu. Porque la letra mata, pero el Espíritu vivifica.
(7) Y si el ministerio de muerte, grabado con letras sobre piedras, vino con gloria—tanto que los hijos de Israel no podían fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual se había de desvanecer—,
(8) ¡cómo no será con mayor gloria el ministerio del Espíritu!
(9) Porque si el ministerio de condenación era con gloria, ¡cuánto más abunda en gloria el ministerio de justificación!
(10) Pues lo que había sido glorioso no es glorioso en comparación con esta excelente gloria.
(11) Porque si lo que se desvanecía era por medio de gloria, ¡cuánto más excede en gloria lo que permanece!

El nuevo pacto que Jesús hizo disponible para nosotros es muy superior en gloria al pacto hecho mediante Moisés, por eso es lógico pensar que Jesús haya pasado por una transformación similar a la de Moisés, que sería como señal para sus discípulos de que Él era el ministro de este nuevo pacto que comenzaría luego de que Él muriera y fuera resucitado y ascendido en gloria.

En resumen, Jesús, al ser transfigurado, recibió momentáneamente la apariencia gloriosa que tendría luego de completar su obra de redención, de este modo, él fue fortalecido para cumplir la misión que tenía por delante, y sus discípulos ganaron confianza y firmeza en la fe de que Jesús era el hijo de Dios, el Salvador prometido en las profecías.

Moisés y Elías


Mateo 17:3 (RV-1960)
Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.

Marcos 9:4 (RV-1960)
Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús.

Lucas 9:30-31 (RV-1960)
(30) Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
(31) quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.

Como hemos visto al principio de este estudio, esto que vieron Jesús y sus discípulos fue una visión, o sea, una revelación visual creada por Dios para comunicarles algo, como si estuviesen soñando despiertos. Moisés y Elías están muertos y no se levantarán sino hasta el día en que Cristo los resucite[3] , lo que ellos vieron fue una representación visual de Moisés y Elías. Jesús y sus discípulos no sabían cómo eran físicamente Moisés y Elías, y no podrían haberlos reconocido, pero noten que ninguno de los discípulos preguntó: “¿Quiénes son éstos?” Ellos sabían que eran Moisés y Elías porque Dios se los reveló al momento de la visión.

La razón de la visión, como hemos visto, era fortalecer a Cristo en su decisión de entregarse, y también a los apóstoles, para la futura misión que tendrían de predicar los logros de Cristo al mundo. Pero ¿por qué Moisés y Elías y no otros hombres de Dios? Si bien el texto no lo especifica, podemos deducirlo en base a un conocimiento general de las Escrituras, del pensamiento judío, y del ministerio de Cristo. Moisés fue aquél a quien Dios dio la ley, por lo tanto, él representa a la ley de Dios, por otro lado, Elías es considerado el mayor de los profetas, por lo que él representa a los profetas. La ley y los profetas, a su vez, representan al plan de Dios para la humanidad. Con frecuencia vemos que Jesús mencionó a la ley y los profetas:

Mateo 5:17 (RV-1960)
No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.

Mateo 7:12 (RV-1960)
Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.

Mateo 11:13 (RV-1960)
Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.

Mateo 22:37-40 (RV-1960)
(37) Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
(38) Este es el primero y grande mandamiento.
(39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
(40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

Juan 1:45 (RV-1960)
Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.

La ley contenía las instrucciones de Dios para la salvación de la humanidad, poniendo en evidencia la condición perdida del ser humano y su necesidad de un salvador, por otro lado, los profetas revelaron acerca del Salvador que Dios iba a proveer: el Señor Jesucristo. La ley y los profetas son la revelación que Dios dio a los antiguos creyentes para que supiesen cómo andar delante de Dios y para que creyesen en el Salvador que vendría. Por eso, “la ley y los profetas”, en la mentalidad de los israelitas, representan la voluntad de Dios y la salvación provista por Dios.

Hechos 28:23 (RV-1960)
Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas.

Romanos 3:21-22 (RV-1960)
(21) Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;
(22) la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,

La ley y los profetas testificaban acerca de la justicia de Dios por la fe en Jesucristo, contenían las palabras necesarias para que las personas conocieran a Dios y esperaran al Salvador prometido. Por esta causa, al presentarse Moisés y Elías ante Jesús, sus discípulos quedarían con una fuerte impresión acerca de quién era Cristo y cuál era su misión. Cristo era aquél Salvador prometido en la ley y los profetas, era quien venía a completar todo aquello que estaba anunciado. E resumen, la aparición de Moisés y Elías servía para anunciar la inminente concreción del plan de Dios que ellos predicaron y profetizaron.

Tres enramadas


Mateo 17:4 (RV-1960)
Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.

Marcos 9:5-6 (RV-1960)
(5) Entonces Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.
(6) Porque no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados.

Lucas 9:32-33 (RV-1960)
(32) Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.
(33) Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía.

Algunas versiones de la Biblia traducen la palabra “enramada” como “tabernáculo”. Si bien es cierto que la palabra griega traducida como “enramada” también puede traducirse como tabernáculo (la palabra griega es skënë), primariamente significa “lugar cubierto, tienda, habitáculo”. Lo que Pedro propuso aquí es construir tres habitaciones, una para Moisés, otra para Elías y otra para Jesús. Hay quienes buscan algún significado especial a esto, sin embargo, el texto mismo nos explica por qué Pedro propuso esto. Lucas 9:32 nos dice que los discípulos estaban “rendidos de sueño”, además, en Marcos 9:6 leemos que Pedro “no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados”. Los tres discípulos estaban con sueño, asombrados y aturdidos, por lo que no estaban actuando con lógica, la propuesta de Pedro fue su forma de reaccionar ante esta situación, pero lo que él propuso no fue lógico y coherente, sencillamente actuó sin pensar adecuadamente.

“Este es mi hijo amado”


Mateo 17:5 (RV-1960)
Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.

Marcos 9:7 (RV-1960)
Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.

Lucas 9:34-35 (RV-1960)
(34) Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
(35) Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.

Lo que leemos aquí es que en el momento en que Pedro hablaba acerca de hacer tres enramadas o habitáculos, una nube se puso sobre ellos, cubriéndolos con su sombra. La palabra griega que se traduce “cubrió” en Mt. 17:5 y Lc. 9:35 es la misma que se traduce “hizo sombra” en Mr. 9:7, es la palabra griega episkiazö, que es la unión de epi: “sobre, por encima de” y skiazö: “oscurecer, hacer sombra”. Significa



En la Biblia muchas veces la presencia de Dios o algún ser espiritual está asociada a las nubes. Por ejemplo en Mt. 4:30, Mr. 13:26 y Lc. 21:27 se habla sobre Jesús viniendo (en el futuro) “sobre las nubes del cielo”; 1 Ts. 4:17 nos dice que los creyentes cristianos serán arrebatados “en las nubes” para encontrarse allí con el Señor; en el libro de Apocalipsis tenemos siete usos de esta palabra, siempre relacionadas con la gloria y poder de Dios, Jesús y las huestes espirituales de Dios (Ap. 1:7, 10:1, 11:12, 14:14(x2), 15, 16). Por esto, entendemos que la presencia de las nubes cubriendo a los discípulos sería un claro indicativo de la presencia de Dios en gloria y poder.

Pero no perdamos de vista el hecho de que todo esto fue una visión, o sea, una representación visual creada por Dios para Jesús y los tres discípulos presentes. Moisés, Elías, e incluso las nubes y la voz de Dios, sólo estaban en la mente de los discípulos y Jesús, no en el plano físico real. Toda esta visión fue un acto de Dios para fortalecer a Jesús antes de hacer Su sacrificio y también para confirmar a los discípulos que Jesús era quien decía ser: el Hijo de Dios que vino a salvar al mundo del pecado. Dios, a través de esta visión, confirmó a los tres discípulos presentes que Jesús era Su hijo amado y, además, les mandó a “oírlo”, lo cual implica no sólo oírlo, sino también prestar atención a lo que oyen para luego actuar conforme a lo oído.

“No digáis a nadie la visión”


Mateo 17:6-9 (RV-1960)
(6) Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.
(7) Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis.
(8) Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.
(9) Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos.

Marcos 9:7-13 (RV-1960)
(7) Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.
(8) Y luego, cuando miraron, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo.
(9) Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos.
(10) Y guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos.

Lucas 9:34-36 (RV-1960)
(34) Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
(35) Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.
(36) Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.

Lo que vemos en estos últimos versículos del relato acerca de la transfiguración es que los discípulos recibieron la orden específica de no contar a nadie lo que habían visto sino hasta después de la resurrección de Jesús. Una de las primeras reacciones que una persona tiene luego de pasar por un evento extraordinario es el deseo de contarle a todo el mundo lo que vio, requiere de un buen grado de discreción el callar un hecho tan asombroso como el que vivieron Pedro, Jacobo y Juan. Dios necesitaba mostrar estas cosas a un grupo de “testigos”, sin embargo, éstos debían tener la suficiente discreción como para no contar estas cosas hasta que sea el momento oportuno, por esta causa Jesús eligió (por orden de Dios) a éstos tres discípulos para que lo acompañen y reciban esta visión.

Creo que ha quedado claro, luego de lo que hemos estudiado, que todo este evento fue una visión que sirvió para fortalecer a Jesús en sus horas críticas y para fortalecer la fe de los discípulos para la posterior tarea que tendrían de predicar la salvación por fe lograda por Jesús a través de su muerte, resurrección y ascensión. La pregunta que surge es ¿por qué no debían contar estas cosas a los demás? ¿Por qué no hacerles saber, en ese momento, que Jesús era el hijo de Dios y en verdad era el Salvador tan esperado? Veremos algunos textos que nos ayudarán a responder esta pregunta.

1 Corintios 2:1-8 (RV-1960)
(1) Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría.
(2) Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.
(3) Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor;
(4) y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder,
(5) para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
(6) Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.
(7) Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria,
(8) la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria.

Este último versículo nos dice que si los “príncipes de este siglo” hubieran conocido la sabiduría de Dios, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. Hay quienes enseñan que “los príncipes de este siglo” se refiere a príncipes espirituales, o sea, al Diablo y sus sirvientes espirituales, yo mismo he creído esto durante un tiempo, sin embargo, si analizamos bien el contexto, unido a otros pasajes de la Escritura relacionados, veremos que no es así, los “príncipes de este siglo” se refiere a gobernadores humanos.

La palabra que se traduce como “príncipes”, tanto en el versículo 6 como en el 8, es la palabra griega archön, que significa: “gobernador, gobernante, principal, príncipe, jefe, magistrado”. Puede referirse tanto a una autoridad humana como espiritual, aunque la mayoría de las veces que se usa esta palabra es en referencia a una autoridad humana.

Por otro lado, la palabra traducida como “siglo” es la palabra griega aiön, que significa “era, época”, es un período de tiempo definido, en la cual suceden ciertos eventos que son característicos.

En los versículos citados Pablo dice que lo que él les estaba hablando era sabiduría de Dios, que no provenían de la imaginación humana, sino del poder espiritual de Dios. En el versículo 5 él aclara que la sabiduría que él proclamaba no era sabiduría “de hombres”, luego, en el versículo 6, dice que es una sabiduría que no es de esta era, ni de los “gobernantes de esta era”. Ya que en el contexto lo que Pablo intenta aclarar es que su predicación no provenía de seres humanos, sino de Dios, lo más lógico es que aquí, al hablar de “los príncipes de esta era”, se esté refiriendo a príncipes humanos.

Quizá la confusión que hay acerca de si estos gobernantes son humanos o espirituales surja al leer 2 Co. 4:4, en donde se llama al Diablo “el dios de esta era”. Pero la expresión “el dios de esta era” no es igual a “los gobernantes de esta era”, además, los contextos en los que están utilizadas estas expresiones son diferentes. En 2 Co. 4:4 es claro que Pablo está hablando acerca de Satanás, porque es él (el Diablo) quien intenta cegar a las personas para que no puedan ver la luz del evangelio (buena noticia) acerca de Cristo. Pero en 1 Co. 2:6 y 8 el contexto es distinto, ya que Pablo está haciendo una comparación entre la sabiduría humana y la sabiduría de Dios. Releamos el texto y los versículos que siguen:

1 Corintios 2:1-16 (RV-1960)
(1) Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría.
(2) Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.
(3) Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor;
(4) y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder,
(5) para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
(6) Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.
(7) Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria,
(8) la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria.
(9) Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman.
(10) Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.
(11) Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.
(12) Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido,
(13) lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.
(14) Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.
(15) En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie.
(16) Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.

A lo largo de todo este capítulo Pablo está comparando la sabiduría humana con la sabiduría de Dios, dando a entender que para acceder a la sabiduría de Dios es necesario que Dios opere Su poder y revele Su sabiduría a través de Su espíritu en el creyente. Dios se comunica con los seres humanos a través de Su don de espíritu santo,[4] sin este don, es imposible recibir información de parte de Dios. Es así que una persona que no tiene el espíritu de Dios, jamás podría acceder a la sabiduría de Dios. La buena noticia de salvación que Pablo predicaba no había venido de su imaginación, ni de la de algún otro hombre, sino por una revelación de Jesucristo (Gá. 1:11-12). Lo que Pablo está diciendo aquí es que si los gobernantes de esta era (los que juzgaron a Jesús) hubiesen conocido esta sabiduría de Dios, no habrían crucificado a Cristo.

Esto coincide con lo dicho por Pedro en Hechos, luego de haber sanado a un hombre lisiado de nacimiento, los israelitas allí presentes se asombraron y alababan a Dios, ante esto, Pedro se dirigió a ellos:
Hechos 3:12-17 (RV-1960)
(12) Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?
(13) El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad.
(14) Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida,
(15) y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.
(16) Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.
(17) Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes.

En el versículo 17, la palabra griega para “gobernantes” es archön, la misma palabra griega utilizada en 1 Co. 2:6 y 8. Pedro aquí les dice a los israelitas presentes que ellos eran responsables de haber matado a Jesús, junto con los gobernantes judíos, sin embargo, Pedro dice que esto lo hicieron POR IGNORANCIA. Tal como dijo Pablo, si ellos hubiesen conocido y entendido quién era Jesús, nunca lo habrían crucificado, pero esta ignorancia era necesaria, porque Jesús debía ser entregado por nuestros pecados.

Pablo también dijo:

Hechos 13:26-52 (RV-1960)
(26) Varones hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros teméis a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta salvación.
(27) Porque los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes, no conociendo a Jesús, ni las palabras de los profetas que se leen todos los días de reposo, las cumplieron al condenarle.
(28) Y sin hallar en él causa digna de muerte, pidieron a Pilato que se le matase.
(29) Y habiendo cumplido todas las cosas que de él estaban escritas, quitándolo del madero, lo pusieron en el sepulcro.

Aquí nuevamente se nos dice que los mismos gobernantes y líderes religiosos judíos hicieron que la Palabra de Dios se cumpliese aún sin conocer a Jesús y sin comprender las profecías. ¡Sin saberlo y sin quererlo estaban cumpliendo con el plan de Dios!Dios permitió esta ignorancia en el pueblo judío para así poder completar Su plan de redención para la humanidad.

Conclusión


Si leemos los relatos sobre la vida de Jesús, con frecuencia veremos que él pidió que no se revele su identidad de hijo de Dios (Mt. 8:4; 9:30; 16:20; 17:9; Mr. 1:44; 5:43; 7:36; 8:30; 9:9; Lc. 5:14; 8:56; 9:19-21). Dios tenía un plan de redención para llevar a cabo por medio de Cristo y para que este plan pudiera concretarse era necesario que cada persona tuviese la información necesaria conforme a su corazón y grado de madurez. A algunas personas Jesús les habló en parábolas para que no comprendieran el mensaje de fondo, mientras que a sus discípulos les explicaba las cosas con claridad (Mt. 13:10-17), sin embargo, había cierta información que sólo ciertos discípulos podían sobrellevar. Pedro, Jacobo y Juan fueron tres discípulos privilegiados, que tuvieron la oportunidad de presenciar la transfiguración de Jesús y recibir una fuerte confirmación de que Jesús era el Hijo de Dios, designado por Dios para salvar a la humanidad.

La transfiguración y los hechos sucedidos en esta visión son una muestra más del gran amor de Dios, Quien no sólo encomienda ciertas tareas a los creyentes, sino que los prepara adecuadamente para llevar a cabo esas tareas. En el caso de Jesús, Dios lo fortaleció en la fe a través de la visión de Moisés y Elías hablando con él, no sabemos qué es exactamente lo que Jesús habló con ellos, pero sabemos que tenía relación con lo que Jesús habría de padecer y lo que con eso lograría. En el caso de Pedro, Jacobo y Juan, a través de esta visión recibieron la confirmación de que Jesús era el Redentor prometido y fueron fortalecidos para la futura misión que tendrían, de llevar la buena noticia de salvación al mundo, luego de que Jesús resucitara y ascendiera.

Jesús tuvo la más difícil misión encomendada por Dios: soportar el sufrimiento de la cruz. Él no fue forzado a morir por nosotros, sino que voluntariamente dio su vida para que nosotros seamos salvos en su nombre. Sin embargo, él tuvo todo el apoyo necesario por parte del Padre para poder soportar la cruz y terminar la obra de redención planeada por Dios. Esto nos sirve hoy de ejemplo para confiar en nuestro Padre celestial y saber que Él siempre nos apoya y nos cuida, dándonos lo necesario para que tengamos vigor, ánimo y gozo para hacer aquellas buenas obras que ha preparado para nosotros (Ef. 2:10).

Hebreos 12:1-3 (RV-1960)
(1) Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,
(2) puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
(3) Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.







[1]Las citas de las Escrituras marcadas como “RV-1960” fueron tomadas de la versión “Reina-Valera”, revisión de 1960, por las Sociedades Bíblicas Unidas.
[2] Para más información acerca de qué dice la Biblia acerca de los que han muerto, lea mi estudio “La esperanza del cristiano”.
[3]
Para más detalles sobre el estado en que están ahora los muertos recomiendo leer mi estudio “La esperanza del cristiano”.
[4] Para más información acerca de qué es el don de “espíritu santo” y cómo actúa Dios a través de éste recomiendo leer mi estudio “El don de espíritusanto”.


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