Matrimonio – El concepto bíblico

En Honor a Su verdad


Si queremos comprender apropiadamente todo lo que respecta a la sexualidad desde una óptica bíblica, debemos entender el concepto bíblico de matrimonio, ya que la Biblia nos muestra que las prácticas sexuales del ser humano deben estar dentro del contexto de un matrimonio para que sea aceptado por Dios.

Si bien la Biblia no nos da una definición exacta de lo que es el matrimonio, ya que no es un diccionario, a través de leer detenidamente algunos pasajes podemos comprender cuál es la intención de Dios en un matrimonio.

Romanos 7:2-3
Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido.

1 Corintios 7:39
La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor.

Lo que estos pasajes nos muestran es que, desde la óptica de Dios, un matrimonio es un compromiso de unión entre un hombre y una mujer que hace con la intención de que dure hasta la muerte. El pasaje de Corintios nos explica que si una mujer queda viuda tiene la libertad de casarse con quien quiera con tal que sea en el Señor, o sea, conforme a la voluntad del Señor. En Mateo y Marcos veremos este concepto con más claridad:

Mateo 19:4-6
(4) El,  respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo,
(5) y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?
(6) Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.

Marcos 10:6-9
(6) pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.
(7) Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,
(8) y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno.
(9) Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.

Entonces vemos que un matrimonio conforme a la voluntad de Dios consiste en un hombre y una mujer uniéndose para ser una sola carne, esto es, tener una unidad de propósito y acción. Pero hay algo muy importante en estos pasajes. En estos pasajes Jesús dijo: “lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” Lo que estamos viendo es que un matrimonio conforme a la voluntad de Dios consiste en una unión hecha por Dios mismo entre un hombre y mujer que han encomendado su unión delante de Dios.

El primer matrimonio que hubo sobre la Tierra fue el de Adán y Eva. Ellos no se eligieron mutuamente, sino que fueron creados por Dios como complemento el uno para el otro. Adán y Eva no tuvieron una ceremonia matrimonial, no los casó un sacerdote ni un juez, no hicieron “votos” ante un ministro, ni firmaron una libreta matrimonial, lo que la Biblia nos dice sobre ellos es lo siguiente:

Génesis 2:22-24
(22) Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre,  hizo una mujer, y la trajo al hombre.
(23) Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada.
(24) Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre,  y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.

Dios hizo a la mujer y la trajo al hombre. Adán aceptó aquello que Dios le había traído, y quedó unido a ella como “una sola carne.” La primera unión matrimonial consistió en una unión hecha por Dios y aceptada por el hombre y la mujer. Esto nos da una idea de cuál era la intención de Dios desde un principio. Idealmente, debemos confiar en la provisión de Dios y esperar que sea Él Quien nos provea de la pareja que nos complementará en nuestras vidas. Entonces, un matrimonio conforme a la voluntad de Dios sería un compromiso de corazón, hecho por un hombre y una mujer, de ser ambos “una sola carne” durante el tiempo que vivan, o sea, comenzar a tener una unidad de propósito, buscando ayudarse y complementarse por el resto de sus vidas.  

Ninguna ceremonia religiosa ni judicial sirve para “declarar” marido y mujer a dos personas, ni ningún ministro ni juez tiene la capacidad de “casar” a dos personas. Las personas que encomiendan sus vidas a Dios para estar unidas son las que se “casan” a sí mismas, siendo Dios el que los declara “marido y mujer.” Las ceremonias y procedimientos legales y religiosos sirven para dar una manifestación y confirmación externa de este cometido de corazón, sin embargo, muchas personas han sido declaradas “marido y mujer” por tribunales humanos y ministros religiosos, pero jamás han encomendado sus corazones a la unión matrimonial y, por ende, no han sido “declarados” marido y mujer por Dios.

Toda esta información puede escandalizar a aquellos que han aprendido, por parte de los ministros y líderes religiosos, que el matrimonio requiere de un acto legal y de la bendición de un ministro religioso. Sin embargo, nuestra norma para la creencia debe ser la Palabra de Dios y no las tradiciones humanas. La primera pareja humana fue bendecida por Dios mismo de esta manera:

Génesis 1:28
Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla…

Si la voluntad de Dios hubiese sido que el hombre realice un acto legal y una ceremonia religiosa para casarse, Dios podría haberle dado una libreta a firmar a Adán y Eva y haber enviado a algún ángel para oficiar una ceremonia y “declararlos” marido y mujer, y pudo haber puesto otros ángeles como “testigos” matrimoniales, pero esto estuvo ausente en este y las siguientes uniones matrimoniales, durante muchos años. Además, Dios tampoco dio una lista de votos o promesas que debiera hacer una pareja para casarse, todo era una cuestión de encomendarse de corazón y de por vida.

Con esto no quiero decir que los actos judiciales y ceremonias religiosas no estén dentro del marco de la voluntad de Dios. El casamiento legal da derechos y privilegios a un matrimonio que son muy provechosos, y la ceremonia de casamiento oficiada por un ministro de Dios ayuda a confirmar que dicha unión es de parte de Dios y a manifestar en forma externa ese cometido de corazón que se ha hecho, sin embargo, como ya he explicado, estos actos no son los que Dios determina como válidos para un matrimonio conforme a Su voluntad. Al igual que lo que sucede con muchos otros mandamientos, leyes e instrucciones de Dios, se trata de una cuestión de corazón, en la cual el amor y respeto de uno hacia otro es fundamental.

Efesios 5:25-29
(25) Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,
(26) para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,
(27) a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante,  sino que fuese santa y sin mancha.
(28) Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.
(29) Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia,

Aquí se está comparando el amor de marido y mujer con el amor de Cristo hacia Su Iglesia. Lo que nos muestra este pasaje es que el marido debe cuidar y proteger a su mujer como a sí mismo, y ayudarla a ser íntegra y pura, el requerimiento de Dios es un requerimiento muy alto, esto, por supuesto, no se hace de un día para el otro, pero es importante que entendamos que el concepto de matrimonio de Dios no es simplemente una firma en una libreta, sino una unión de corazón que conlleva la voluntad y compromiso, por parte de ambos, hombre y mujer, de cuidarse, ayudarse, edificarse y amarse conforme a la voluntad de Dios.

Es digno de notar que entre los griegos habían cuatro palabras que podrían traducirse “amor” al español. Estas palabras eran: eros, phileo, stroge y agapë. Eros se usaba para describir la atracción de un hombre hacia una mujer o viceversa, de aquí provienen palabras como “erotico” o “erotismo,” esta palabra no se usa en la Biblia. Phileo es el amor fraternal, o afecto familiar, es la clase de amor que se tiene por un pariente y amigo, y se produce cuando las personas tienen cosas en común y una relación estrecha una con otra. Storge es un amor que surge naturalmente entre padres e hijos, entre hermanos o entre marido y mujer, se podría decir que es una especie de amor “instintivo,” que surge entre personas estrechamente relacionadas. Por último agapë es la clase de amor que se manifiesta por creer y obedecer los mandamientos de Dios. 1 Juan 4:8 nos dice que para amar con esta clase de amor es necesario conocer a Dios, porque Dios es amor (agapë). Por lo tanto, amar con el amor agapë consiste en actuar del modo en que Dios actuaría en cierta situación.

En 1 Corintios 13 tenemos una enumeración de algunas características de esta clase de amor:

1 Corintios 13:4-6
(4) El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso.
(5) No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor.
(6) El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad.

Si bien las cuatro clases de amor son necesarias para mantener firme un matrimonio, en el pasaje de Efesios que hemos visto toda referencia al amor es del griego agapë y el verbo, que es agapaö. Esto quiere decir que un matrimonio no sólo se sustenta por el afecto y atracción que se tienen unos por otros, sino marido y mujer deben amarse con el amor de Dios. La voluntad de Dios es que un matrimonio se conduzca conforme a Su voluntad, imitando el amor de Cristo. La clase de amor que Dios desea que lleguemos a tener es el mismo amor que Cristo tiene para con la Iglesia, es por eso que el Adversario, el Diablo, ha propagado tanto la promiscuidad e inmoralidad sexual, para eliminar todo rastro de amor de Dios en una pareja y desprender de la mente del hombre y de la mujer el deseo de tener una familia creciendo en amor.

Recordemos que:

1 – Dios trajo al hombre una mujer para que sea su “ayuda idónea” (Gn. 2:20), no le trajo algún animal, ni le formó otro hombre.
2 – Dios dio al hombre UNA mujer, sólo una, por lo que la idea original de Dios era que UN hombre esté unido a UNA mujer.
3 – Dios le dio al hombre una mujer que fuera una “ayuda idónea,” no para una simple satisfacción sexual.
4 – Dios sacó a la mujer partiendo de una parte del hombre mismo y la dio al hombre para que ambos sean UNA carne. La idea de Dios era que formaran una unión permanente, no “ocasional.”
5 – Dios desea que el amor entre marido y mujer sea de tal grado como el de Cristo por la iglesia, por lo que es necesario conocer el amor de Cristo e intentar imitarlo para poder tener una relación conforme a la voluntad de Dios.

Esta es la forma en que Dios hizo las cosas, es la forma en que diseñó al hombre y la mujer para que funcionen adecuadamente y cumplan su propósito en la vida. Cuando la relación entre hombre y mujer se desvía de este propósito, ambos sufrirán pérdida, su relación no podrá dar buenos frutos, y no podrán vivir con la plenitud que se obtiene con el correcto funcionamiento de la “maquinaria” humana creada por Dios.

Más adelante veremos, a través de la Biblia, qué cosas ha prohibido Dios con respecto a la sexualidad y qué cosas están permitidas. Sin embargo, conociendo el propósito de Dios a través de los pasajes que hemos visto, podemos ya imaginarnos que la homosexualidad, la promiscuidad sexual, la poligamia, la infidelidad sexual, y otras prácticas extramatrimoniales no fueron parte del diseño original de Dios. Hoy en día, el hombre y la mujer están en busca de la satisfacción de sus pasiones y deleites carnales, dejando de lado las “instrucciones” del Creador para el correcto uso del cuerpo humano y, por consiguiente, obtiene breves momentos de placer seguidos de creciente sufrimiento, angustia y soledad a lo largo de sus vidas.

Las relaciones prematrimoniales se han vuelto tan comunes que muchos han perdido de vista el diseño de Dios en la sexualidad humana. Muchos se acostumbran tanto a relaciones “casuales” que pierden la capacidad de tener una pareja estable, y hasta llegan a temer al matrimonio. Dicen querer “probar” hasta encontrar la pareja “ideal,” pero esto se debe a que están utilizando sus propios criterios para elegir sus parejas, en vez de dejar que Dios provea de la persona adecuada para sus vidas. Por otro lado, la infidelidad se ha vuelto tan común en nuestra sociedad actual que muchos ya no se dan cuenta de la gravedad que ésta tiene para Dios y las terribles consecuencias para sus propias vidas; el adulterio o infidelidad ha destruido miles de familia, dejando fuertes consecuencias psicológicas en muchas personas y afectando muchísimo a la educación física, mental y emocional de los hijos de las parejas infieles. También vemos que se está volviendo cada vez más común ver parejas homosexuales por todos lados, pero con tan sólo un mínimo conocimiento del propósito de Dios y de Su voluntad para el ser humano podemos percatarnos de el hombre y la mujer no fueron diseñados para unirse ni sexualmente ni matrimonialmente con personas del mismo sexo. No importa cuán “natural” el mundo quiera hacer parecer a la homosexualidad, ante Dios es totalmente antinatural, va totalmente en contra de Su diseño y Su plan para la humanidad y se opone a Sus propósitos, llevando al hombre y a la mujer a una degradación moral que luego se extiende a todas las áreas de la vida.

Quiero hacer notar que no es mi intención, con este estudio, condenar al promiscuo, al infiel o al homosexual, sino exponer la verdad de Dios escrita en la Biblia, dando a conocer Su voluntad, de modo que las personas que desean agradar a Dios pero están manteniendo prácticas contrarias a Su voluntad, puedan conocer Su verdad y Su amor y cambiar de mentalidad, para luego cambiar sus prácticas erróneas y acercarse así al inconmensurable amor de Dios capaz de transformar las vidas de las personas y llenarlas de plenitud de frutos espirituales (amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza – Gálatas 5:22,23).










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